viernes, 3 de abril de 2020

La sexualidad



Aceptar nuestras formas de relacionarnos con el mundo cuesta valentía, porque ser uno mismo es repudiado por un sector de la población y la homosexualidad es aún mal vista, muchas mujeres y hombres han sido condenados por sus placeres sexuales.

 Los besos gays aparentan abrir heridas de nuestra cultura que parecían encontrarse cerradas. ¿Cuánto valor cuesta ser uno mismo? Yo formo parte de la generación que eligió vivir nuestras sexualidades y formas de encontrar nuestros cuerpos en libertad. Elegimos lo que nos complace y a veces esto no coincide con los mandatos culturales o familiares con los que nos criaron. Por eso hay que tener coraje, en este mundo tan siniestro, para elegir mostrarse tal como uno es.

 Se trata de dejar de lado los preconceptos y los prejuicios con los que nos criaron para poder sobrellevar nuestras existencias de maneras más saludables y no reprimidas. Hay que hacer el ejercicio de dejar a un lado todas aquellas falsas definiciones con las que nuestros cuerpos se formaron. Que por ser mujer o varón tales cosas nos tienen que funcionar o tales otras nos tienen que repugnar.

 A la sociedad le duele nuestra valentía de ser nosotros mismo porque está acostumbrada a la represión. Esto sería: callar los ideales y no pelear por nuestros derechos. Hoy más que nunca defiendo el libre ejercicio de nuestra sexualidad, elegir nuestro camino debería ser nuestro mayor mandato, y no complacer los sentimientos de una cultura que busca tenernos encerrados y obedientes a su omnipresencia.

 Por todo eso, hoy más que nunca sostengo que hay que defender el libre conectar de nuestros cuerpos. Ser homosexual, bisexual, pansexual o cualquier etiqueta a la que se le quiera adherir no deberían ser condiciones para un ocultamiento. Ser quien se es no debería ser una condena. Nuestras vidas no tendrían que estar condicionadas por el gatillo de un geronte que cría machos para reproducir su doctrina de odio.

 Tenemos el derecho humano de ser libres de querer y desear sin límites de sexo o género. Que nadie te quite el poder de complacer tu deseo, que sin él no estaríamos ni siquiera existiendo.

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