domingo, 17 de mayo de 2020

La belleza



                                                        El nacimiento de venus Sandro Botticelli

  A lo largo de los cambios culturales que nuestra sociedad ha atravesado, los cánones de belleza se han transformado acorde a las épocas. La pintura, la fotografía, el cine y luego la publicidad han dejado plasmados los conceptos que atañen a lo bello y en cómo se lo piensa en cada uno de esos períodos. La belleza en el Renacimiento difiere de la belleza romántica y a su vez, esta se diferenciará de la belleza publicitaria de los años sesenta.

 Siempre que se habla de lo «bello», como un concepto que implica una norma de lo que entra o no en esa categoría, solemos pensar en cuerpos de mujeres, como si las masculinidades no fueran portadoras de sensualidad y estilo. La historia del arte se encargó de cosificar a las mujeres, por eso cuando hablamos de «belleza pre rafaelista» se nos vienen a la mente aquellas jóvenes con sus cuerpos desnudos que reposan en un bosque como ninfas. O cuando hablamos de «belleza renacentista» pensamos en las venus de Botticelli, con hombros caídos y cuerpos con curvas voluptuosas.

 Sin embargo, la realidad es que el concepto de belleza siempre será subjetivo, pese a que existe un orden que quiere imponerse como el discurso estético dominante. Hay cánones y estilos propios de cada época, y lo que no cumple con esos requisitos pasaría al plano de la fealdad.

 La belleza no es más que un estado anímico, todos somos bellos de acuerdo con el ojo de quien nos observe. Existen hegemonías y bellezas comerciales, pero la realidad es que lo determina la subjetividad de quien la contempla, por lo que no existe un único concepto de belleza.

 Es tan diverso el abanico como personas que existen. Esta llega a su plenitud cuando hay un estado mental saludable y una actitud que la acompañan, lejos de encontrarse en los rasgos físicos o en los cuerpos hegemónicos. Es algo que no puede definirse en lo tangible, es un estado de plenitud que la persona manifiesta, que incide en la imagen, la vestimenta y la desenvoltura.

 Lo bello no es un cuerpo proporcionado ni es un rostro perfecto ni unos ojos deslumbrantes, no se trata de los cánones del momento, es algo mucho más profundo, que nos atañe como seres humanos. Es esa chispa que una persona irradia, una sonrisa auténtica, es el producto de un trabajo emocional en la autoestima de una persona, lejos se encuentra de las evaluaciones físicas que pueda hacerse en nombre de la estética.