viernes, 17 de julio de 2020

El paciente


                                                                     Escena de la película Atrapado sin salida


  En 1975, Milos Forman estrenaba la película Atrapado sin salida. La historia transcurre en un hospital psiquiátrico de Estados Unidos, cuando un día, es trasladado desde la cárcel, un nuevo paciente llamado Randle McMurphy. Este es un delincuente que se hace pasar por convaleciente de una enfermedad mental para salir de la cárcel y pasar su condena internado en esta institución llena de «locos». En ella se hace amigo de los pacientes con quienes organizan partidas de cartas, juegan al basquetbol y se divierten, mientras se escapan del hospital, entre otros incumplimientos a las reglas de la institución.

 La enfermera Ratched se encarga de mantener el orden en el pabellón donde se encuentra McMurphy. Con severidad coordina reuniones entre los pacientes, especie de terapia grupal guiada por las enfermeras del hospital.

 Curioso es que en toda la película no aparece ni un psicólogo, y es que en eso se centra la trama: una crítica al sistema médico de los Estados Unidos. Los pacientes son muchas veces maltratados y sometidos a terapia electroconvulsiva. Hay cierto «orden» que la enfermera Ratched insiste que tiene que haber en la sala.

 La película es un reflejo de las falencias en las que se basa el sistema de salud mental de su país. Pareciera que, además de la carga de medicación que estos pacientes tienen que sobrellevar, la terapia consiste en una especie de entrevista grupal que la enfermera coordina.

 El desenlace de la película es fatal: uno de los enfermos se suicida y McMurphy intenta ahorcar a la enfermera en un arrebato de ira. Esto hace que el paciente se vea sometido a una lobotomía, procedimiento utilizado por la psiquiatría de la época para mantener contenidos a ciertos pacientes, con la creencia de que al generar daño cerebral en ellos los síntomas podrían disminuir. Este método del orden del espanto hizo de su creador en 1949, el neurocirujano y psiquiatra Egas Moniz, ganador del premio Nobel de Medicina.

 Por suerte, con los cambios de época, esta intervención fue prohibida en todo el mundo, dado que los resultados finales hacían que los pacientes quedaran en un estado casi vegetativo.

 El personaje de McMurphy genera una revolución dentro del encierro carcelario del neuropsiquiátrico, hace que sus compañeros puedan volver a divertirse y disfrutar, por unas horas, de la libertad que les han arrebatado. La película deja un fuerte mensaje sobre cómo se ha manejado el sistema estadounidense de su época, pero también refleja las falencias del sistema en todo el mundo. La terapia electroconvulsiva se continúa utilizando en muchos países, incluido en la Argentina, con una Ley de Salud Mental que la prohíbe. Hay provincias del norte del país que son testigos de cómo se queman cerebros para mantener orden y buen comportamiento entre los pacientes.

 La película de Milos Forman nos deja una clara lección: la lógica del encierro carcelario no funciona para el bienestar de los pacientes, retrasa sus posibles mejoras y les quitan la libertad que tienen el derecho humano de poder disfrutar. ¿Hasta cuándo va a perdurar esta idea de que encerrarlos en cuartos o pabellones es lo mejor para su salud? ¿Cuántos cerebros tuvieron que padecer lo mismo que el protagonista de la película para darse cuenta de que mutilarlos impide que la sociedad evolucione? No hay nada del orden de lo saludable en todo esto, más bien lo contrario, es el reflejo de una sociedad enferma incapaz de controlar lo que se sale de la norma.

 Por fortuna, para esto existimos los artistas, quienes podemos mostrar otras perspectivas de la realidad que nos circunscribe, mientras hacemos uso de la creatividad. Tal como ha hecho este cineasta que nos trajo esta tragedia con algunos giros cómicos que nos hacen reflexionar sobre lo que se puede lograr hacer entre tanta oscuridad.