viernes, 13 de noviembre de 2020

Ludovic y el color rosa

 


   Escena de la película Mi vida en rosa


  En 1997, el director Alain Berliner estrenaba su película Mi vida en rosa, un drama que gira en torno al personaje de Ludovic, un niño que se piensa así mismo como una niña, y que no comprende, si él se siente de ese modo, por qué tiene el cuerpo de un varón, motivo que hará que la historia nos muestre todas las explicaciones que el niñe inventa sobre por qué habita un cuerpo que no siente como propio.

 Los padres del pequeño lo reprimen al descubrir que sucede algo con otro niño, cuando ven que ambos juegan a que contraen matrimonio, mientras Ludovic viste un vestido y se encuentra a punto de besar a un varón. Esto genera un gran escándalo dentro de la familia y a Ludovic se le prohíbe relacionarse con aquel otro niñe. Los giros de la trama hacen que dentro del vecindario se descubra la «trasgresión» del pequeño, razón por la cual la familia decide mudarse a otro barrio.

  Mi vida en rosa es la historia que atraviesan muchas personas. ¿Logramos comprender las personas cis el sufrimiento que conlleva ser portador de un sexo ajeno? ¿Podemos sentir en carne propia lo que es habitar un cuerpo que nuestra psiquis no reconoce como propio?

 Son muchos los interrogantes que pueden hacerse sobre la transexualidad, porque podemos empatizar sobre el conflicto social que conlleva, pero la realidad es que los cuerpos cis no podemos llegar a dimensionar el sufrimiento de ser condenado por no concordar con el cuerpo designado al nacer.

 La película de Berliner nos muestra cómo el protagonista inventa teorías y busca explicaciones de cómo se cometió un error al haber nacido en cuerpo de varón. Nos hace reflexionar sobre cómo se construye el género, contextualizado en un entramado cultural y no como algo dado dentro del orden de lo biológico.

 El protagonista es castigado por sus padres por querer usar vestidos y arreglarse, tal y como se le permite a una niña. Sobre la figura del varón pesa una serie de prejuicios y condenas sobre lo que debe hacer y lo que lo convierte en un «marica». El hombre crece junto a una serie de exigencias en torno a su virilidad y en cómo debe comportarse o relacionarse con las mujeres.

 La madre de Ludovic lo castiga y reprende, mientras lo trata como si fuese le vergüenza de la familia. Sin embargo, una persona que encuentra su género o que descubre su sexualidad nada la va a detener para realizarse. Ningún castigo o restricción iba a hacer que Ludovic se comportara como un niño y sacrificara su propia libertad, no hay represión que pueda con el deseo sexual o el reconocimiento dentro de un género en este mundo binario.

 Nos inculcan que determinados comportamientos son de una dama, que tales actividades son para los caballeros, quienes no deben llevar puesto vestidos, no como Ludovic que con alegría elige sus prendas rosadas que tanta devoción le provocan.

 Una persona que no entra dentro de esta lógica binaria suele ser discriminada, burlada y castigada por la sociedad de la que forma parte. La cultura dominante buscará reprimirle sus impulsos carnales de ser él mismo, y aún si eso implica los espantos sociales que produce un hombre vestido con pollera y guillerminas, nada detendrá a quien elige seguir su propio deseo.

 Ninguna mujer cis es más femenina ni más auténtica que una mujer transexual, que tiene que luchar para ser reconocida como tal. Ningún hombre trans merece una violación por no cumplir con los estándares sociales que nos han impuesto ¿Cuántas injusticias más hay que tolerar por soportar a un sector retrógrada que se manifiesta con odio ante cualquier transformación cultural que acontece? ¿Cuántos y cuántas Ludovic luchan, desde los brazos maternos, para poder ser felices con el cuerpo en el que nacieron?

 Les niñes merecen crecer con libres posibilidades para elegir el propio camino que como adultos continuarán y hacer caso omiso de los mandatos que les intenta imponer el resto de la sociedad.