viernes, 3 de diciembre de 2021

Arte, cultura y patrimonio

 

Ilustración:Benjamin Lacombe

El arte es una actividad considerada peligrosa y ha sido denominada «subversiva» en otros tiempos de la historia argentina. El sistema suprime materias artísticas de los diseños curriculares con los que se rige la educación pública y privada para impedir que sus ciudadanos se cuestionen la realidad que los circunscriben.

 ¿Es necesario quitar el arte de las instituciones educativas y bajarle el presupuesto a la gestión cultural para que estos no se hagan interrogantes que, de otra manera, nunca se los hubieran hecho? Pareciera que es la forma más efectiva que se ha encontrado para mantener a un pueblo callado; por eso la prohibición, la censura y la destrucción de libros, los centros culturales sin fondos económicos, las obras plásticas sin mantenimiento, el patrimonio cultural devastado.

 Hay una ideología que se impone para dejar de lado la financiación de toda cuestión referida a lo artístico y lo cultural para que esta no incida de manera preocupante en quienes tienen el poder económico de una sociedad. Destruir la arquitectura histórica, dejar que los museos se deterioren o ignorar la importancia de las bibliotecas públicas son una forma de eliminar documentos históricos; es dejar en la ignorancia las funciones de una obra de arte, en este caso: dar cuenta de un testimonio único e irrepetible en la Historia, porque surge de la mentalidad de un ciudadano específico, testigo de determinado momento histórico.

 El arte sirve para visibilizar grietas del funcionamiento social, nos hace entender que existen otras realidades posibles, pero, sobre todo, que vivimos dentro de una realidad que podría ser diferente si cada uno tuviera la intención de transformarla. El artista es un profesional peligroso y el sistema buscará invisibilizarlo de cualquier manera: reprimiendo artistas callejeros, recortando presupuesto o no dándole la importancia que debería tener en las escuelas. Por eso hay que estar atentos y no permitir que se nos quite el derecho de consumir obras de arte y hacer de su lectura una posible rebeldía.


martes, 16 de noviembre de 2021

La salud en el arte

 

Autoretrato Vincent Van Gogh



   Siempre se ha dicho que la «locura» acompaña a algunos artistas y que de una idea imaginaria crean una realidad simbólica y la reproducen en su obra. Aquella idea, en apariencia tan delirante, se transforma en una forma de salud mental que nos permite repensar los procesos sociales que nuestra cultura atraviesa, a través del consumo de obras de arte. «Locura» y «salud» se convierten en dos elementos que se fusionan en la producción artística, es saludable tanto para quien la produce como para quien la consume.

 Es imposible pensar en los cuadros de Munch o en las tormentas que Turner representan en sus pinturas al óleo y no interrogarnos sobre qué hay por detrás de cada una de ellas ¿Puede surgir, de este modo, algo tan saludable como es el hacer artístico? ¿Se requiere estar «fuera de sí» para pintar como Van Gogh? Puede que exista un elemento delirante que sea imprescindible para representar algún tipo de escena desgarradora, pero no se aplica a todos los casos.

  El «loco» no deja de ser hoy en día una figura controversial, que causa escándalo en todo lo que se piensa del orden de lo «normal», en quienes han tenido la suerte de no vivenciar las situaciones adversas que una persona con padecimientos mentales ha tenido que vivir contra su voluntad. Son marginados y muchos de ellos transitan sus vidas en el abandono y el encierro. Como dijo Frank Zappa en una de sus canciones: «(…) aquellos que no tienen miedo de decir lo que piensan. Los relegados de la gran sociedad».