martes, 23 de abril de 2019

El final


                                  Escena de La Sociedad de los poetas muertos

Hace un tiempo quise retomar la película emblemática La sociedad de los poetas muertos. Su argumento refleja un clima de época, en este caso la prohibición del deseo como temática principal y, a su vez, las relaciones de corte verticalistas.

Neil tenía en claro que no quería convertirse en médico y anhelaba formarse como artista. Tener conciencia de lo que queremos y saber cómo buscarlo es más difícil de lo que se cree. Salirse de los mandatos familiares y los grandes mandatos culturales es un trabajo psíquico que no todos tienen la valentía de afrontar, porque una vez que aparece con claridad no hay nada que pueda detenerte para lograr conseguirlo. Así como en la película, el protagonista prefiere la muerte antes que cumplir con el mandato paterno, y todas sus exigencias que hoy nos parecen ridículas, atravesar la vida como otra persona ni siquiera vale la pena vivirla.

 Así fue como terminé, una vez más, sintiendo cierta identificación con dicho personaje, cuya vida dependía de formarse como actor y demostrar su potencial al mundo. El final injusto de la película refleja cómo en algunas familias el mandato paterno es tan fuerte y violento que hasta podría ocurrir una tragedia con tal de no ser cumplido. Y se podrían pensar finales alternativos en donde Neil se escapa de su hogar con el objetivo de formarse como actor y no volver a tener contacto con su familia, o si de verdad terminara en una escuela militar, pero lograra escaparse e irse con ayuda de sus amigos a otra ciudad, etc., pero la película tiene el final más trágico que podía tener que es un adolescente, lleno de sueños e ideales, muerto.

 Las sociedades serían muy diferentes si sus miembros pudieran lograr alcanzar y reconocer lo que en el fondo desean, ya que ésta es la fuerza que como humanos nos impulsa, desde el acto más pequeño hasta el más grande, y nos realiza en este trayecto sin sentido que llamamos vida. Esto sería ser más como Neil, y quedarnos con su fuerza, con su impulso de satisfacer su deseo. Lo que nos moviliza, y parece nunca llegar, con el fin de disfrutar el trayecto de poder, aunque sea, rozarlo con los dedos.