Pintura: Jean Fautrier
Los
psicofármacos son el dispositivo que se utiliza frente a una serie de cuadros
psicológicos y psiquiátricos para ayudar al paciente a recomponer su equilibrio.
Muchos de ellos tienen efectos adversos que son perjudiciales para la vida
cotidiana de aquel, pero con una combinación adecuada de medicamentos se los
puede combatir.
Son
las herramientas que se conocen hasta el día de hoy para lograr que el paciente
recupere su vínculo con la realidad o solo para apaciguar una serie de síntomas
que pueden aparecer en ataques de pánico, de ansiedad, cuadros depresivos, etc.
El
consumo de psicofármacos está mal visto y como venimos de una historia en la
que tener un padecimiento mental era motivo para someter al paciente a una
terapia electroconvulsiva, donde se los encerraba en calabozos y se los
abandonaba, la palabra «psicofármaco» se
vuelve estigmatizante para algunas personas desinformadas. Mucha gente se
avergüenza de tener que acudir a una terapia farmacológica, como si esto le
hiciese sentirse menos que el resto de las personas que viven sus vidas de
manera tranquila, sin tener que acudir a ellas.
Lo
que es preocupante es que a todo esto se le suma un grupo particular de
personas que se dedican a militar contra los psicotrópicos. La mayoría son
personas que tienen un vínculo con la medicina natural y las terapias
holísticas. A veces, son solo jóvenes que simpatizan con la espiritualidad,
pero tienen un discurso peligroso que consiste en alentar a personas con
padecimientos a abandonar la medicación.
No
solo preocupa que haya tanta juventud que sostiene la supresión de los
medicamentos para tratar una psicosis u otro conflicto mental que pueda
existir, y propone como alternativas practicar yoga, tomar sesiones de reiki,
ingerir un té tranquilizante o meditar; sino que muchas veces son jóvenes que
consumen drogas duras o alucinógenas. Entonces, si ellos benefician el negocio
del narcotráfico comprando cocaína, ¿Con que criterio van a sostener su
discurso contra las industrias farmacológicas?
Lo
que se esconde detrás de este discurso es que estas personas no entienden la
problemática que conlleva atravesar una crisis psicótica, perder el contacto
con la realidad o no poder levantarse de la cama para ir al trabajo, no
comprenden la magnitud del problema. Son personas que no pueden tener empatía
con el otro, no les importa porque a ellos nunca les pasó.
Por
lo general, coincide que son personas muy egoístas y como a ellos les
tranquiliza tomarse un té de valeriana e irse a dormir, se lo
recomiendan a los demás, y lo que es peor hacen de eso un discurso que divulgan
con la excusa de estar combatiendo a la industria farmacológica, para minimizar
los conflictos mentales que una persona puede estar enfrentando.
Hoy
existe mucha más información sobre el uso responsable de psicofármacos que
antes, podemos encontrar muchas agrupaciones y movimientos sociales que militan
la salud mental y generan conciencia sobre las terapias y los psicotrópicos.
Hace
unos treinta años la situación era aún peor, entonces si sos una de esas
personas que le cuesta integrarse en la sociedad por ser estigmatizada por
consumir pastillas, siempre ayuda hacer memoria por todas aquellas que no
pudieron ni siquiera salir del encierro.
Por
suerte, hoy circula una gran cantidad de información contra los manicomios,
intentemos colaborar con este movimiento social y contestémosle con altura a
este grupo de imbéciles que andan dando vuelta, fomentando su ideología del
horror. Intentemos ponernos en el lugar del otro, concienticemos sobre la salud
mental.
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