miércoles, 5 de febrero de 2020

La tragedia

                                           
                                               Ilustración: Abraham Pether


  El encanto por la tragedia se encuentra en una parte ser humano que ansía y busca sentir en su cuerpo las aberraciones del sufrimiento. Es una atracción contradictoria en la que, por un lado, buscamos luz, a lo que se supone que debemos de aspirar dentro de nuestras existencias; y por el otro, la atracción por la oscuridad es tan normal como buscar el tallo de una flor en crecimiento.

 Lo horripilante aparece hasta en una búsqueda estética. Escribimos literatura visceral, llenamos lienzos, nos adentramos en la oscuridad y la perversidad del mundo por el simple placer humano y su incapacidad de atenerse a la posible pérdida de toda la belleza luminosa de la vida terrenal.

Somos una dualidad y todo lo que pareciera asemejarse a una tragedia puede tener una atracción fatal. La literatura terrorífica existió por razones concretas. Bram Stoker, Villiers de I'sle Adam, Allan Poe hicieron su trabajo en años de guerra, cuando la pintura era en ocasiones paisajística, no todos tenían la valentía de representar el horror del acero. Fueron verdaderas películas de terror que afectaron también a la pintura, así como todos los aspectos de la vida humana.

 No todas las personas pueden soportar enfrentar un cuadro de Edwar Munch, apreciarlo y regocijarse con él, la pintura también ayuda a detectar cobardes, y es que no se puede transar con el horror sin haber vivido un poco de oscuridad y pasar por el trayecto de verse a solas con ella. Por eso hay almas susceptibles que no soportan esas imágenes, no pueden hacerle frente a un lado inevitable de la condición humana.

 Sin embargo, el dolor existe y se lo puede encontrar en la producción artística. Se trata de la elección que quiera hacer un lector o un espectador, escaparse del horror o contemplarlo y hacer las paces con él.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario