jueves, 16 de abril de 2020

El enmascarado




 

En 1984 se estrenó en los cines la película Amadeus, una historia ficticia entre los personajes de Wolfgang Amadeus Mozart y el maestro compositor de la corte alemana: Antonio Salieri.

 Mozart es un joven, niño prodigio, que llega a la corte de Viena para trabajar al servicio del Rey. Allí conoce al maestro Salieri, quien se encarga de enseñarle piano al mandatario y de dirigir espectáculos para toda la corte.

 Esta es la historia de la envidia de un artista, considerado a sí mismo como un mediocre, hacia otro, considerado un genio musical. El personaje despreciable de Salieri manipula y genera conflictos para manchar la imagen de Mozart. Lo odia tanto que encuentra la forma perfecta para deshacerse de él: se hace pasar por un hombre enmascarado que le encarga un réquiem para un supuesto funeral. Mozart acepta y esta será su última obra antes de su muerte. Sumido por el alcohol, de a poco se enferma hasta que llega el final de la película donde continúa con el encargue musical de la mano del mismo Salieri y, aunque no la puede finalizar, lo ayuda a completar la pieza.

¿Refleja Amadeus la envidia y competencia que convive entre los artistas? Solo si uno es tan miserable como el personaje de Salieri supone que sí. Porque la realidad es que los genios son pocos, y no se encuentran solo en el ámbito artístico como muchos quieren creer: hay abogados genios, contadores genios, científicos genios. Entonces es ridículo sostener que en el arte solo las mentes brillantes son los que tendrán reconocimiento desde su juventud y el resto no. Por un lado, porque estos también deben tener las mismas oportunidades socioeconómicas para poder distinguirse en este mundo tan hostil, donde una parte de la población vive en la miseria. Por otro, la realidad confirma que el resto se destaca por su nivel de potencial para la disciplina en la que se desenvuelve. Con estudio, perseverancia y contactos personales se puede hacer un camino en el terreno artístico.

 Como el arte es una disciplina aún idealizada por algunos, existe la creencia que es solo para los genios, cuando en verdad las profesiones funcionan todas por igual. Como si las obras que obtienen reconocimiento fueran producto solo estos y no porque hubo un artista que supo relacionarse y desenvolverse en el mercado para lograr tener un lugar en el mundo artístico.

 Mozart era un niño prodigio y Salieri se convierte en su sombra con su llegada a la corte de Viena. Es la historia de un personaje que buscará cualquier forma para deshacerse del joven. Su pacto con Dios, de darle su castidad y devoción a cambio de iluminación musical, se ve alterado cuando conoce a Mozart; quien no es más que un joven mujeriego y a veces impertinente, que pareciera que Dios le concedió lo que Salieri siempre quiso.

La película se desarrolla en una época en la que el arte era relacionado con el orden de lo divino y la supuesta «inspiración» llegaba a unos pocos. Pero la verdad es que el joven Mozart estudió y trabajó como cualquier ser humano ordinario.

 La historia culmina con la muerte del joven y Salieri termina sus días encerrado en un manicomio tras tener un intento de suicidio. Se confiesa con un sacerdote (a quien le cuenta toda la historia que desarrolla la película) y se autoproclama «Santo de la Mediocridad». Tal vez lo que lo hacía tan mediocre era su exorbitante envidia y obsesión por Mozart y no tanto su música.

 Amadeus se encuentra entre mis películas predilectas por su desarrollo, su fotografía y el suspenso de la trama de como un joven prodigio enloquece y se enferma de a poco. Queda para Salieri la vida y la vejez en el arrepentimiento por contribuir, como aquel individuo enmascarado, con la locura del joven compositor. Culmina la película con la imagen de un manicomio donde el personaje pasará el resto de sus días. Salieri, el Envidioso.


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